jueves, 7 de febrero de 2008



PAISAJES SUPERPUESTOS
-Imágenes del errabundeo y la mirada-
-Marco Teórico de la Propuesta de Investigación y creación Fotográfica –
CARLOS FERNANDO SÁNCHEZ ERASO.
Primero fue el rayo…..
El término de Cultura Agustiniana proviene de San Agustín nombre dado a una antiquísima población situada en la cabecera del alto de Magdalena donde los creadores de esa civilización poblaron su asentamiento; constituye uno de los más importantes espacios arqueológicos de Colombia y fue declarado en 1995 por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad.
El parque arqueológico se encuentra ubicado al sur del Departamento del Huila en las estribaciones orientales del Macizo Colombiano, por donde atraviesan las tres cordilleras andinas de sur a norte el país.
La estatuaria lítica, dólmenes y montículos comprenden los tipos de monumentos conocidos como agustinianos, los vestigios de éstos grupos culturales milenarios, se encuentran dispersos en un área de más de 50 kilómetros cuadrados, sobre mesetas localizadas a lado y lado del cañón formado por el alto del río Magdalena, zona extensa y hermosa. Fueron descubiertos y dados a conocer al público unos pocos años antes de la independencia colombiana, en 1797, su gran gestor fue Francisco José de Caldas. El Parque Arqueológico San Agustín está formado por tres estadios: San Agustín, Alto de los Ídolos, Alto de las Piedras. Representadas por ciertos complejos cerámicos y líticos, utilitarios pertenecientes a grupos sedentarios, agrícolas e intensamente maiceros.
El problema de las pautas de asentamiento ha sido objeto de mucho interés entre las distintas investigaciones que adolecen de estudios sistemáticos. Según algunos arqueólogos, San Agustín carece de un centro urbano e incluso de caceríos nucleados de alguna extensión. Éste fenómeno, según Reichel Dolmatoff, puede obedecer a las características del terreno y a la ausencia de planadas adecuadas y a otras razones que aún se desconocen. Según parece, agrega el destacado arqueólogo, en todas, se trataba de una población algo dispersa, agrupada en una gran cantidad de pequeñas aldeas, ubicadas en las partes elevadas de las lomas, aunque no se puede suponer que la totalidad de las lomas o colinas que existen en la actual zona Arqueológica hayan sido ocupadas por grupos humanos de manera simultánea en un mismo período prehistórico.

En la antigüedad, los mitos ofrecían un tipo de respuestas similar al que hoy en día nos proporcionan las teorías científicas, ya que mientras éstas explican los hechos a través de la relación entre conceptos científicos, las culturas arcaicas, como la cultura agustiniana, los explicaban mediante relatos de las relaciones de los dioses entre ellos. Los mitos elaborados por las diferentes culturas, desde la antigüedad hasta nuestros días y que intentan explicar el origen del Universo y el principio de los tiempos, es lo que conocemos como "cosmogonías".

Al ofrecer una visión integradora del mundo, al facilitar el tránsito de la extrañeza a la comprensión, los mitos y los ritos que acostumbraban a acompañarlos permitían la seguridad psicológica de los partícipes en la creencia colectiva y, a la vez, la elaboración de los signos de identidad necesarios para la vida en comunidad y sus formas de representación.
En estos mitos, los dioses suelen representar las fuerzas elementales de la naturaleza -al menos, aquellas más fácilmente identificables-, y de la relación de las cuales derivan la multitud de fenómenos naturales que condicionan nuestras vidas.
Los agustinianos establecieron una triple relación entre la estructura espacial: el espacio sacro, el de los centros ceremoniales y el de menor área; el espacio de localización, destinado al albergue humano; y el espacio de producción, el de mayor extensión ocupado por las tierras cultivables. El espacio explotado económicamente en la producción de cultivos fue tan importante como el espacio sacro; en razón a que los conjuntos funerarios y ceremoniales cumplieron una clara función económica y social relacionada con el ciclo vital producido por la muerte y la renovación tanto del hombre como de la naturaleza. En consecuencia, el espacio sacro es la causa del espacio cultivado. En ausencia de ésta relación mágica que implica el espacio sacro, no tiene lugar la producción. Así mismo, los sistemas ceremoniales o espacios sacros no pueden separarse de los que están en completa dependencia social y económica.

Dentro de la concepción mítica-religiosa las civilizaciones prehispánicas tuvieron las costumbre de buscar sitios elevados o de construirlos para destinarlos como centros ceremoniales donde se celebraban las ofrendas de culto. El medio de expresión cultual, ceremonial preferido por los agustinianos fue la escultura, pero conviene indicar que la fuerza impositiva de la fe religiosa estaba por encima de cualquier otro aspecto palpable en la estatuaria, como por ejemplo, el elemento estético, artístico, etc. Al observar las imágenes simbolizadas en las esculturas, se reconocen rasgos bestiales y feroces o se reproducen suaves facciones con gran sentido plástico, lo que permite cierta expresividad de los monumentos, algunas veces de seres sobrenaturales y otras de seres de la vida real que ejecutan acciones o muestran conductas determinadas. Pero como la mentalidad mítica-religiosa impregnó todos los aspectos de la realidad agustiniana el contenido de las esculturas eran en esencia mítico-religioso. El aborigen agustiniano simbolizó los elementos y manifestaciones de la naturaleza a través de la escultura, para lo cual tubo en cuenta el grado de jerarquía de cada fenómeno. De modo que el desarrollo y el equilibrio de la sociedad quedó en estricta dependencia de los personajes representados en la estatuaria, y de las acciones favorables o desfavorables de ellos. Las imágenes encarnaron conceptos vitales, es decir, los aspectos esenciales de las cosas representadas, su función social, la que a su vez quedó condicionada por los religioso, los social, y lo económico.

Los rituales de carácter religioso sometieron o condicionaron las reglas que rigen el período de cultivo y recolección de las plantas. De ésta forma, la religión se convirtió con el tiempo en el principal estímulo de lo económico, haciendo uso de manera intuitiva de la presencia y el auxilio de los dioses por medio de las imágenes, para obtener el máximo rendimiento de los factores o fuerzas productivas. En consecuencia la escultura, como manifestación impositiva del sentimiento religioso, se erigió como decisivo factor de desarrollo de dicha cultura, puesto que logró la integración de ésta sociedad, principal elemento de regulación de su proceso productivo. Los mitos sobre la cosmogonía y la creación del hombre agustiniano se expresaron mediante la imagen escultórica, mediante la representación de temas zoomorfos, caracterizados por una basta variedad iconográfica. El mundo mítico deriva, o es creado, a imagen y semejanza de una realidad particular, pero es diferente del mundo real. La simbología y el significado del mundo mítico son distintos de los que rigen el mundo natural humano; el universo mítico posee sus propias leyes con las cuales y sus contenidos semánticos da explicación de las leyes y significados naturales.
Todo cuanto el hombre percibe son primariamente sensaciones, de un mundo sin significados que él traduce de acuerdo con su espíritu y su sistema psíquico, y los transforma en objetos significativos, intelectuales y emotivos. El mundo se presenta como un inmenso objeto sensorial. Estos objetos son utilizados por el hombre para resolver sus problemas físicos y psíquicos, los primeros dan lugar a la creación de instrumentos funcionales con los que atiende sus necesidades elementales de protección y subsistencia, los segundos producen también sus instrumentos específicos, mágicos o trascendentes, con los que concilia un equilibrio entre las necesidades de su espíritu y las circunstancias del mundo exterior: estos objetos son los símbolos.
“lo que distingue al hombre del animal es su concepción simbólica del mundo”. Ernest Cassieer
De ésta dimensión –específicamente humana- ha nacido el arte, el lenguaje, el mito y la ciencia. “Lo que distingue al hombre del animal es simplemente el hecho de que el hombre vive no solamente en un universo físico, sino igualmente en un universo simbólico”.
El símbolo aparece en el hombre con el deseo de expresarse; de dar a lo imperceptible una forma perceptible. La simbolización se produce entre el hombre y el estímulo dentro de ese contexto misterioso, cuando el objeto simbolizante posee una cualidad inaprensible y secreta, y el hombre se siente ante él en condiciones de inferioridad o de limitación. la simbolización facilita, espontáneamente, una respuesta ante las fuerzas hostiles de la naturaleza, los poderes telúricos, frente a los misterios del cosmos y de la vida y la muerte. La simbolización es un recurso del inconsciente, natural y espontáneo, por tanto, dispuesto a compensar el hecho de que el hombre es incapaz.
La simbolización es un hecho que une lo individual con lo colectivo, lo particular a lo general. La gran dimensión del símbolo aparece cuando encarna conflictos individuales, que son comunes a toda la humanidad y se muestra inteligible por si mismo. La actividad dinámica y creadora del hombre, transforma sus impresiones fundamentales en otras realidades significativas, al igual que su capacidad para crear el orden, estructurar su entorno físico de acuerdo a sus necesidades y establecer una serie de relaciones y funciones con su mundo, es fundamental en todos sus procesos de socialización.
Retomando de Lévy-Strauss el concepto de “Pensamiento Salvaje”, no en el sentido peyorativo sino en su sentido primigenio alude que “el hombre primitivo examina los elementos desde su experiencia perceptual para construir sistemas simbólicos, (entre ellos y sobre todo) sistemas clasificatorios. Éstos son esquemas conceptúales que la permiten al ser humano captar el mundo natural y social como totalidades orgánicas” . El pensamiento salvaje proviene de actos de reconocimiento que crea oposiciones y interrelaciones de elementos que generan un orden. Lo que impulsa al pensamiento primitivo, a hacer esto es una voluntad de conocimiento, que no tiene otro fin que su propia consumación, una suerte de instinto de saber, una conciencia Mítica que se extiende como una red por toda la naturaleza y la realidad social. Aquí se inscribe en un conjunto estructurado como una red de relaciones simbólicas que lo convierte en una totalidad orgánica. “un pensador aborigen señaló una vez: “todas las cosas sagradas deben tener su lugar” a esto Lévi-Strauss le añadió: “tener su lugar es lo que las vuelve sagradas””.
La particularidad del pensamiento salvaje es que construye directamente a partir de los datos de la percepción sensorial. Es una lógica de la percepción o “lógica de lo concreto” como a veces se llama. Se trata de una modalidad de pensamiento a la vez espontánea y coherente que se apoya e imágenes concretas y constituye a su manera una herramienta teórica. Son las cualidades de un objeto que se perciben primero: color, olor, sonido, gusto, textura, etc. se oponen a las cualidades primarias inseparables de la propia idea de materia, que incluyen las solidez, la extensión, la forma, la cantidad. La lógica de lo concreto impulsa el pensamiento salvaje, procede vinculando entre sí de manera directa los datos de la percepción sensorial, en vastos sistemas de analogías. Formas, colores, sabores y todos los demás rasgos observables, se interrelacionan y se usan como elementos de un código. Las manifestaciones artísticas constituyen todavía el pensamiento salvaje.
La cultura agustiniana fundó un universo simbólico expresado en piedras dispuestas a lo largo de un basto territorio en cual el tiempo y la historia se reactualizan una y otra vez, al andarlos, al recorrer los lugares y los mitos ligados a ellos, en una deambulación musical que es a la vez Geográfica y religiosa. El levantamiento de piedras talladas se constituye en una acción humana que transforma el paisaje. Lo que me interesa son las sensaciones, las relaciones instauradas con el territorio, los lugares donde se colocaban, el sentido ritual, inscripciones y figuras simbólicas como señales que emergen desde dicho territorio.

Para mi propuesta de investigación parto de dos aspectos fundamentales que son la fotografía cómo imagen y cómo documento, aplicados a la escultura lítica y al paisaje. El trabajo de campo, en ésta primera fase, se ejecutó con fotografías desde diferentes puntos de vista; en la búsqueda de encuentros con el espacio y los objetos, que se desocultan en la medida del andar y los recorridos que realicé en lugar. Es un gesto fotográfico y un ejercicio performático la búsqueda de la imagen como dato visual y anacrónico.
Ésta persistencia de la mirada, tanto en el paisaje como en las piedras, va arrojando imágenes sintetizadas, distantes, que secularizan el origen narrativo que las produce para tornarlas plásticas y sugerentes.
La propuesta fotográfica estará mediada por las intervenciones desde el ordenador, el cual enfatizará mis lecturas, grafismos, gestos, simbologías que apuntan hacia una interpretación del cosmos y el paisaje, en una poética personal.







BIBLIOGRAFÍA
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