jueves, 7 de febrero de 2008

walkscapes

EL ANDAR COMO PRÁCTICA ESTÉTICA
-Francesco Careri –

El andar como una acción para indagar, para penetrar el paisaje más allá del obvio mirar, una forma de emerger de cierto tipo de arte, de relacionar las formas, de abordar la arquitectura.
Más que en los Surrealistas, es a Dada y a sus garbeos por la ciudad, a sus andanzas por la campiña francesa y más cercanos a nosotros son los Situacionistas a quienes podría compararse con los Stalker, en quienes vemos su gusto por las investigaciones urbanas, su sensibilidad hacia las transformaciones contemporáneas y hacia los síntomas característicos de una sociedad en proceso de mutación. Tanto los Situacionistas como los Stalker han sabido escrutar el inconsciente de la ciudad. Hemos escogido –dice Carieri- el recorrido como una forma de expresión que subraya un lugar trazando físicamente una línea. El hecho de atravesar, instrumentos de conocimiento fenomenológico y de interpretación simbólica del territorio, es una forma de lectura psicogeográfica del territorio comparable al walkabout de los aborígenes australianos.
En este caso nos encontramos frente a una práctica experimental que va aplicando distintas herramientas teóricas en función de sus necesidades, siempre con un sentido de la oportunidad que le confiere una gran flexibilidad y una considerable movilidad intelectual. Carieri propone a través del andar, una nueva lectura de la historia del arte desde la altura de los menhires, pasando por Egipto y Grecia hasta el Land Art.
Las observaciones antropológicas, filosóficas, sociopolíticas y artísticas que nos ofrece Carieri y Walkscapes, son puestas al servicio de un propósito de una gran claridad, cuyo objetivo es conducirnos hasta el momento actual, hasta zonzo, un lugar puramente lingüístico que podemos encontrar en la expresión Italiana andare a zonzo, que significa ERRABUNDEAR SIN OBJETIVO, tal como lo hacía el paseante del siglo XlX. Esta expresión es lo que se llama un “sintagma estereotipado”, que solo puede ser concordante con una realidad intemporal. Hoy todas las referencias han desaparecido: Ya no atravesamos a zonzo como lo hacíamos ayer, con la seguridad de que vamos del centro a la periferia. Hubo un tiempo en que el centro era más denso y las inmediaciones eran cada vez más dispersas. En la actualidad el centro está formado por una constelación de vacíos. La idea que propone Carieri y Walkscapes de manera convincente, es que en todas las épocas, el andar ha producido arquitectura y paisaje, y que esta práctica casi olvidada por los propios arquitectos, se ha visto reactivada por los poetas, los filósofos y los artistas capaces de ver aquello que no existe y hacer que surja algo de ello. Por ejemplo Gordon Matta Clark, quien en los años setenta se convirtió en comprador de unas minúsculas partículas de terreno situadas entre edificios casi medianeros, declarando que “en medio del espacio negativo existe un vacío que permite que los componentes puedan ser vistos de un modo móvil, de un modo dinámico.” Podemos encontrar un inventario de cierta cantidad de actitudes y reflexiones filosóficas suscitadas por el andar. Es el pensamiento nómada más que el nomadismo. El andar vuelve visibles unas líneas, unos trazos que dibujan el territorio, unas líneas que revientan la pantalla del paisaje en su representación más tradicional. Unas líneas que arrastran el pensamiento tras el movimiento de las cosas. El mundo que Carieri explora, es sobre todo el de las transformaciones urbanas por lo que en otra época se llamaba el “campo” del cual solo permanece una realidad “horadada” o “apolillada” . Utiliza la imagen de la piel del leopardo con manchas vacías en la ciudad construida y manchas llenas en medio del campo. Un conjunto de territorios que pertenecen a los suburbs, una palabra que significa literalmente ciudad inferior y que describe como un abismo circular entre la ciudad y el campo, un lugar donde las construcciones parecen desaparecer ante nuestros ojos, para disolverse en una babel o en unos limbos en declive. El paisaje se borra bajo el efecto de unas expansiones y unas contracciones siderales. Las carreteras generan nuevas formas de espacios y nuevas formas de movilidad, este paisaje inédito, también genera nuevas formas de sociabilidad. Por la movilidad y el cambio, es en las inme-diaciones de estas vías de comunicación donde se producen los encuentros, como también sin duda, nuevos tipos de solidaridad. Podemos encontrar espacios vacíos en el corazón mismo de las ciudades e instalaciones industriales dentro del campo. Se observa que estos vacíos se encuentran no solo en las inmediaciones sino también en el corazón de las ciudades ocupados por una población “marginal” que ha creado una redes ramificadas e ignoradas por la mayoría, unos lugares desapercibidos puesto que son siempre móviles. Manzanas de viviendas que forman una especie de archipiélagos. Imagen que ilustra la indeterminación relativa de los límites suscitados por el andar. Marcas (marches) era el nombre tradicional que se solía dar a los lugares situados en los confines de un territorio, a los bordes de sus fronteras. El andar (marche) designa el límite del movimiento que en realidad no es más de lo que solemos llamar como frontera.
Esta va a la par siempre con las franjas, los espacios intermedios, los contornos indefinibles que solo podemos ver cuando andamos por ellos. El andar pone de manifiesto las fronteras interiores de la ciudad y pone de manifiesto las zonas, identificándolas.
De allí el bello nombre de walkscapes, que define el poder revelador de esta dinámica, poniendo en movimiento todo el cuerpo –el individual como también el social – con el fin de transformar el espíritu a partir de ahora ya sabe mirar. Un propósito como este conlleva un auténtico posicionamiento político –en su sentido primordial- un modo de considerar el arte, el urbanismo y el proyecto social a una distancia igual y suficiente entre ellos con el fin de dilucidar con eficacia estos vacíos de los que tanta necesidad tenemos para vivir bien.

WALKSCAPES
Antes de levantar el Menhir –llamado en egipcio benben- la primera piedra que surgió del caos, el hombre poseía una manera simbólica con la cual transformar el paisaje. El andar, una manera fatigosamente aprendida durante los primeros meses de vida, que se convertiría más tarde en un acto que dejaba de ser consciente y pasaba a ser natural, automático. A través del andar el hombre empezó a construir el paisaje natural que le rodeaba. A través del andar se han configurado las categorías con las cuales interpretamos los paisajes urbanos que nos rodean.

ERRARE HUMANUM EST…
La acción de atravesar el espacio nace de la necesidad natural de moverse con el fin de encontrar alimentos e informaciones indispensables para la supervivencia. Sin embargo, una vez hechas las exigencias primarias, el hecho de andar se convirtió en una acción simbólica que permitió que el hombre habitara el mundo. Al modificar los significados del espacio atravesado, el recorrido se convirtió en la primera acción estética que penetro el territorio del caos, construyendo un orden nuevo sobre cuyas bases se desarrollo la arquitectura de los objetos colocados en el. Andar es un arte que contiene en su seno el menhir, la escultura, la arquitectura y el paisaje. A partir de ese simple acto se han desarrollado las relaciones más importantes que el hombre ha establecido con el territorio. La transhumancia nómada, considerada como el arquetipo de cualquier recorrido constituye en realidad un desarrollo de las interminables faenas de caza del paleolítico. El errar primitivo ha continuado vivo en la religión –el recorrido en tanto que mito- así como en las formas literarias –el recorrido en tanto que narración- transformándose de ese modo en recorrido sagrado, danza, peregrinación procesión. Solo en el Siglo XX, al desvincularse de la religión y de la literatura, el recorrido ha adquirido el estatuto de puro acto estético.
En la actualidad el andar como forma de intervención urbana contiene los significados simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por paisaje el acto de transformación simbólica y no solo física del espacio antrópico.
Hay tres importantes momentos de transición de la historia del arte, cuyo punto de inflexión ha sido una experiencia relacionada con el andar. Del dadaísmo al surrealismo (1921-1924), La de la Internacional Letrista a la Internacional Situacionista (1956-1957), La del Minimalismo al Land Art (1966-1967). Al analizar éstos episodios se llega con claridad a una historia de la ciudad recorrida que va desde la ciudad banal de Dada hasta la ciudad entrópica de Robert Smithson, pasando por la ciudad inconsciente y onírica de los surrealistas y por la ciudad lúdica y nómada de los situacionistas. La ciudad descubierta por los vagabundeos de los artistas es una ciudad líquida, un líquido amniótico donde se forman de un modo espontáneo os espacios otros, un archipiélago urbano por el que navegar caminando a la deriva: Una ciudad por la que los espacios del estar son como las islas del inmenso océano formado por el espacio del andar.
Durante la segunda mitad del siglo XX se considera el andar como una de las formas que los artista utilizan para intervenir la naturaleza. En 1966 aparece en la revista Arte Forum el relato de viaje de Tony Smith por una autopista en construcción. Algunos escultores empiezan a explorar el tema del recorrido primero como objeto y luego como experiencia. El Land Art revisita a través del andar los lugares arcáicos del paisajismo y de las relaciones entre arte y arquitectura haciendo que la escultura se reapropie de los espacios y los medios de la arquitectura.

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